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El pliegue




Se acercó uno de estos días Sao y le preguntó a Cam en dónde había conseguido el cubre escritorio: le llamaban la atención los flecos dorados que le colgaban: parecían soles entre las pelusas voladoras del rincón que hacían las veces de astros minúsculos. “Este ambiente parece la recreación del universo”, le dijo risueño.

-Ayer vino el vendedor de telas y tenía entre los saldos ésta que ves aquí, sobre el escritorio. Se la compré para mí, pero no por los flecos sino por su pliegue central.

Cam retiró las tazas de café que aún humeaban y demostró con su índice que la tela tenía una arruga que la atravesaba de principio a fin.

Su colega y amigo, Sao, quedó admirado más que por el defecto de la tela, por el modo en que su amiga expresó el significado de aquel:

-¿Qué ves acá? -le preguntó Cam mientras avanzaba sobre el surco con su dedo.

-Una arruga larga -le contestó el hombre.

-¿Nada más? -pero Sao no supo qué decir porque era evidente que aquello no era un pliegue común.

En efecto, ¡es el surco del viaje especial! Si entrás con tu índice en él te embarcarás en algún río de aguas caudalosas y te irás por unos instantes... breves o eternos. Para subir no es condición que sepas tu destino ni cuánto tiempo estarás embarcado. Tampoco es obligación permanecer allí, podés irte cuando lo desees, ¡aunque estés ya en el medio del océano!

-¿Quérés probar? –le preguntó Cam a Sao.

Sao, que no dejaba de mirar a su amiga con ojos brillosos y maravillados, puso su índice sobre la arruga infinita y Cam le pidió con un gesto que mirara por la ventana.

Las Gaviotas revolotaban sobre el cielo y algunas se robaban peces del mar.

@cintiapons

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